dissabte, 30 de novembre del 2019

XILE

Article del nostre soci Salvador Martí

EL PERIÒDICO
Martes, 26/11/2019

CONVULSIÓN EN EL PAÍS SUDAMERICANO

                  
La poca (o nula) sensibilidad del actual Gobierno de Piñera hacia las clases populares y medias ha sido la gota que ha colmado el vaso.
El 18 de octubre empezaron las protestas en Chile y no han cesado. Son casi 40 días de movilizaciones en las calles de Santiago y de las ciudades más importantes del país. El detonante del estallido parecía una nimiedad (el aumento en 30 pesos del billete de metro), pero eso fue la chispa que encendió un polvorín de malestar larvado a lo largo de décadas. Un malestar intenso fruto de un modelo económico que ha generado desigualdad y un modelo político que ha creado apatía y exclusión.
El modelo económico chileno, a partir de la llegada de Pinochet, se ha basado en la privatización de todo lo “mercantilizable” (menos el cobre, que pasó a manos de los militares) y en la transformación de derechos en bienes de consumo. Así las cosas, desde hace más de cuatro décadas en Chile se paga por todo, y mucho. Un ejemplo de ello es que estudiar en la universidad pública cuesta más de 8.000 dólares por curso, el precio de los billetes de los buses interurbanos sube mientras se van agotando los asientos, y las pensiones que cobran los jubilados son menores para las mujeres que para los hombres porque según la estadística la esperanza de vida de las mujeres es mayor.
La llegada de la democracia
Esta dinámica “turbo-neoliberal” (como se le llama en América Latina) no se corrigió con la llegada de la democracia. Una democracia que emergió gracias a un referéndum ideado el año 1989 para prolongar la dictadura.  Gracias a la victoria de la oposición -tal como lo muestra la película 'No' https://www.youtube.com/watch?v=7MNh0N5Nft0 – Pinochet abandonó la presidencia, se legalizaron los partidos y emergieron libertades, pero la Constitución de 1980 sólo se reformó y hoy continúa vigente.
El hecho de que haya pervivido la Constitución y el modelo económico del pinochetismo, con sus ganadores y perdedores, da pistas de una violencia estructural y cotidiana, y del descontento acumulado en la actualidad y que acaba de estallar.
La advertencia
Hace años colegas chilenos ya avisaban del incremento de la apatía política de los ciudadanos y del rechazo de los jóvenes hacia las autoridades. La abstención, la crisis de los partidos y sus liderazgos, la represión al pueblo mapuche y la criminalización de la protesta ha sido la divisa durante más de una década. En estas circunstancias la poca (o nula) sensibilidad del actual Gobierno de Piñera hacia las clases populares y medias ha sido la gota que han colmado el vaso.
Y cuándo ha estallado el conflicto el Gobierno ha recurrido a la fórmula de siempre: la represión. Primero sacando a los carabineros a la calle, y después al Ejército, para que actuaran en un combate desigual y cruel que, como describe el último informe de Amnistía Internacional https://amnistia.cl/noticia/chile-politica-deliberada-para-danar-a-manifestantes-apunta-a-responsabilidad-de-mando/ , ha supuesto un uso excesivo de la fuerza con la intención de dañar y castigar a la población. Ante ello las promesas realizadas hace un par de semanas de convocar un referéndum para la redacción de una nueva Constitución no han calmado los ánimos, justo lo contario, tal como lo demuestra la gente en la calle. 



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