http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/canal-nicaragua-espejismo-2434041
POLÉMICO PLAN EN CENTROAMÉRICA
El canal de Nicaragua, ¿espejismo?
Lunes, 24 de
junio del 2013
Hace unos días, Nicaragua ha reaparecido en
los medios. Esta vez es por la aprobación en la Asamblea Nacional
de la concesión de una franja del país (por 50 años prorrogables) y una ley
especial para el desarrollo de infraestructuras y transportes en la que se hace
referencia a la construcción de un canal interoceánico y al desarrollo de zonas
de libre comercio. Este paquete legislativo concede el macroproyecto a una
empresa registrada en Hong Kong (con sede fiscal en las islas Caimán) llamada
Nicaragua Canal Development Investment (HKC), propiedad de un ciudadano chino
llamado Wang Jing.
Estas medidas legales han causado un
gran revuelo dentro y fuera del país. Dentro, debido a que la decisión
legislativa supone dar luz verde a un plan de gran impacto económico, social y
ecológico. Y fuera, porque si se lleva a cabo supondrá un cambio del mapa
geopolítico del comercio internacional.
Muchos analistas denuncian la penetración
del «poder chino» en América Latina. Sin embargo, la decisión de la Asamblea Nacional
es una muestra de la capacidad que tiene el presidente Daniel Ortega de imponer su agenda, y no la señal
definitiva de la creación de un proyecto viable de inversiones chinas a largo
plazo en la región. Las razones de esta afirmación son tres.
La primera es que la construcción del canal
no cuenta con el aval ni la participación del Gobierno de China, y por eso el
macroproyecto parece más la aventura de un magnate que una inversión
estratégica binacional. Durante la reciente gira que hizo por América Latina Xi Jinping, presidente de China, nunca citó el plan.
La segunda razón es que el impacto
ecológico sería colosal. El hipotético canal debería ensanchar y dragar el río
San Juan (que conecta el océano Atlántico con el lago Nicaragua) y
paralelamente debería aumentarse la profundidad del lago. A la vez, estas medidas
tendrían un impacto irreversible en la fauna, la flora, los cultivos de las
márgenes y la calidad del agua dulce de la zona lacustre, además de abrir
posibles litigios con el país vecino, Costa Rica.
Y la tercera es que la concesión
viola 24 artículos de la
Constitución nicaragüense y genera infinidad de batallas
legales sobre la titularidad de la tierra, así como múltiples conflictos con
disposiciones internacionales, como las de la protección de agua, el
medioambiente o los derechos de pueblos indígenas.
¿Por qué se ha aprobado con tanta celeridad
este proyecto? Hay diversas hipótesis, pero cabe señalar dos: una de naturaleza
pragmática y otra de naturaleza histórica. La pragmática se relaciona con la
voluntad de supervivencia -política y económica- del Gobierno de Ortegaen un momento en el que los recursos que manaban generosamente de Venezuela
empiezan a estancarse. Ciertamente, el proyecto del canal puede suponer una
gran inyección de dólares (sin llegar a la cifra del 15% del PIB de la que
habla el Gobierno) a corto plazo, a pesar de que hipoteca la soberanía del país
como mínimo por medio siglo. Esta llegada ingente de recursos, más allá de la
viabilidad del proyecto y de los conflictos que hereden los sucesivos
gobiernos, puede suponer la supervivencia de un Gobierno (el de Ortega) que maneja el presupuesto con una lógica clientelar y patrimonial. La
segunda hipótesis, de naturaleza histórica, apunta que las élites de Nicaragua
han sacado a la luz el sueño canalerocuando las cosas se complican o cuando se
les ha agotado un proyecto de país.
DURANTE EL SIGLO XIX, mientras el resto de
países centroamericanos conseguían modernizar sus instituciones e integrar sus
pequeñas repúblicas en el mercado internacional, los gobernantes nicaragüenses
ya soñaban con un «proyecto canalero». A raíz de ello -como expone la
historiadora Francis Kinloch-, en Nicaragua (entre 1838 y 1909) la
consolidación de un imaginario nacional se asoció a una particularidad de su
geografía: la existencia de una ruta para unir los océanos.
De forma paradójica, dicho proyecto siempre
ha requerido la mediación de una potencia foránea, dada la imposibilidad de
financiar el coste de la obra con recursos internos. Al mismo tiempo, la
búsqueda de un aliado poderoso dispuesto a asumir ese coste ha supuesto también
un grave peligro para la soberanía. Ayer este dilema se cerró en falso con la
firma de múltiples tratados, como el Zabala-Frelinghuysen de 1884 o el Bryan-Chamorro de 1914, y con la apertura del canal de
Panamá. Hoy puede ocurrir lo mismo con una precipitada cesión de soberanía a
una empresa privada de un ciudadano chino y con el sueño de un macroproyecto
que tienen larvados infinitos conflictos de tipo legal, social, económico e
internacional.
Profesor dela Universidad
de Salamanca
Profesor de
Leer más artículos de:
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada